Cuando Paul McCarthy no puede dormir, se levanta y juega un par de partidas de Scrabble en su computadora. En la mañana, es probable que juegue un par de partidas más antes del desayuno. El articulista jubilado también asiste con regularidad al club de Scrabble Denver-Boulder, donde disfruta de aguerridas batallas de palabras un par de veces a la semana con otros seres humanos que también son adictos al juego. El resto del tiempo lo pasa estudiando listas de palabras, anagramas, estrategias, probabilidades, y cualquier cosa que le ayude.
McCarthy dice que "es lo que se llama una adicción positiva", y agrega que "una vez que se llega a cierto punto, es difícil salir, pues se está totalmente envuelto".
En otras palabras, el verdadero Scrabble no tiene nada que ver con el que se ha jugado en la sala de millones de hogares desde los años 50. No es el Scrabble que juegan Barack Obama, la reina Isabel o Rosie O'Donnell. De hecho, el verdadero Scrabble no es del todo recreativo. Los jugadores incondicionales dicen que es "un deporte mental cuerpo a cuerpo".
Lesesne Kunz es música y compositora de 54 años de edad, juega formalmente desde hace dos años. Ahora juega 30 ó 40 horas a la semana. Abandonó el ajedrez, los rompecabezas y casi todo lo demás para concentrarse en su sueño: la mesa uno de la división uno del campeonato nacional. "No sé si pueda llegar allí, pero voy a dar lo mejor de mí", asegura. "Se requiere una memoria fantástica, además de la voluntad de invertir horas y horas de estudio para aprender listas de palabras".
La lista oficial es la biblia del Scrabble, que contiene unas 125.000 palabras validas.
Keith Pries, de 61 años, juega desde 2005 y se le conoce por pasar de 10 a 14 horas al día jugando Scrabble, y ha desarrollado fundamentos del lenguaje: "si una palabra no está en el libro de reglas, no quiero conocerla".
McCarthy apunta que la mayoría de los mejores jugadores de Scrabble no son particularmente amantes de la literatura, ni tienen una gran cultura, pues a muchos no les importa la definición de las palabras más extrañas que colocan en el tablero. Sólo saben como se escriben y su valor. El juego ha evolucionado desde los años 70: el nivel cultural cuenta menos que la destreza numérica y la memoria. Por ejemplo, en el campeonato mundial, que se hace en inglés, siempre hay jugadores filipinos o tailandeses, que ni siquiera juegan Scrabble en su lengua materna, pero han memorizado las listas.
FUENTE: Rocky Mountain Independent
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